El enojo es sin duda una de los sentimientos del ser humano más fuerte que se posee. Muchos dicen erróneamente que al enojo hay que matarlo, contenerlo o suprimirlo. Dicha propuesta es falsa, irrespetuosa y una verdadera estupidez, suprimir el enojo sería como suprimir el llanto, la risa, la tristeza o la alegría.
El enojo es parte de nuestra vida, con él nacemos y con él nos iremos de esté mundo, por eso en vez de ocultarlo, debemos conocerlo, dominarlo, es cierto que el enojo sin control puede derivar en la violencia. Para evitarlo tenemos que conocernos y amarnos a nosotros mismos, para que no se desboque como una manada en la pradera tenemos que saber cuales son los limites de nuestra tolerancia.
Enojar es catarsis, es purgar el alma del dolor, pero tampoco debemos llegar al grado de encarnar el enojo a nuestro ser, porque sino seremos siempre esclavos de la persona o situación que nos ha provocado .
Enojarse es vivir, es escapar, enojarse es romper cadenas, es amarnos, es darnos nuestro lugar, nada más no llevemos al enojo como nuestro vestido, no lo llevemos como nuestro alimento.
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