Mucho se ha escrito sobre la soledad. Algunos le temen, otros por el contrario la buscan, pero en algo si estamos todos de acuerdo, la soledad existe y es tan palpable como el calor del Sol.
Personalmente yo veo a la soledad como a una maestra excelente, pero como a una compañera que no quiero tener mucho en mi vida.
De ella se puede aprender mucho, es edificadora, tiene la cualidad de que no juzga; pero también es cruel y llana al momento de enseñarnos aquello que no queremos ver.
En sus dominios no existe nada ni nadie más que nosotros mismos, a su lado solo nos queda la opción de enfrentarnos al peor y más riguroso de los jueces, nuestra conciencia.
Con la soledad podemos crear, podemos crecer y madurar, con ella se aprende a valorar la presencia de otros, se aprende a valorar al silencio, se aprende a anhelar a la música.
Con la soledad el sonido de la lluvia contra un cristal se amplifica de forma tal que hasta el alma vibra y los sentidos se vuelven más alertas. Al caminar por su sendero los demonios que viven en nuestro interior generalmente son liberados de sus celdas y nos rodean, pero también la soledad nos da las armas para enfrentarlos.
A ella se le han escrito poemas, canciones, libros enteros, en todo lado se nota su influencia, bajo su sombra se han creado las mas grandes obras del ser humano y se han urdido los mas detestables planes.
No podemos prescindir de su presencia, siempre esta con nuestra vida, siempre su influencia se siente en cada instante. No es malo buscarla, para charlar con ella, para tomar un café, no es malo vivir un tiempo en sus parajes, más no debe ser nuestra residencia permanente, llega el día en que como todo, el exceso de su presencia se vuelve toxico, llega el momento en que como la hiedra sin control, ella ingresa por cada rincón de nuestra vida, de nuestra mente, de nuestro ser y nos asfixia.
Es como el caudal de un río, siempre va estar fluyendo, siempre va estar presente, solo es necesario domarla, dominarla.
Personalmente yo veo a la soledad como a una maestra excelente, pero como a una compañera que no quiero tener mucho en mi vida.
De ella se puede aprender mucho, es edificadora, tiene la cualidad de que no juzga; pero también es cruel y llana al momento de enseñarnos aquello que no queremos ver.
En sus dominios no existe nada ni nadie más que nosotros mismos, a su lado solo nos queda la opción de enfrentarnos al peor y más riguroso de los jueces, nuestra conciencia.
Con la soledad podemos crear, podemos crecer y madurar, con ella se aprende a valorar la presencia de otros, se aprende a valorar al silencio, se aprende a anhelar a la música.
Con la soledad el sonido de la lluvia contra un cristal se amplifica de forma tal que hasta el alma vibra y los sentidos se vuelven más alertas. Al caminar por su sendero los demonios que viven en nuestro interior generalmente son liberados de sus celdas y nos rodean, pero también la soledad nos da las armas para enfrentarlos.
A ella se le han escrito poemas, canciones, libros enteros, en todo lado se nota su influencia, bajo su sombra se han creado las mas grandes obras del ser humano y se han urdido los mas detestables planes.
No podemos prescindir de su presencia, siempre esta con nuestra vida, siempre su influencia se siente en cada instante. No es malo buscarla, para charlar con ella, para tomar un café, no es malo vivir un tiempo en sus parajes, más no debe ser nuestra residencia permanente, llega el día en que como todo, el exceso de su presencia se vuelve toxico, llega el momento en que como la hiedra sin control, ella ingresa por cada rincón de nuestra vida, de nuestra mente, de nuestro ser y nos asfixia.
Es como el caudal de un río, siempre va estar fluyendo, siempre va estar presente, solo es necesario domarla, dominarla.